El pasado martes, día diecisiete de noviembre, mis compañeros de carrera y yo visitamos las galerías del Tea (
Tenerife Espacio de las Artes) con motivo de la celebración del XIII Bienal Internacional de Fotografía de Tenerife, popularmente conocido como
Fotonoviembre. A raíz de esta actividad, nuestro profesor de fotografía nos ha solicitado realizar una reseña en base a las obras expuestas en el recinto.
Asimismo, entre los artistas que participaron en el festival de este año encontramos a Teresa Correa, Sara Yun, Janek Zamoyski, y Vanessa Winship, así como una selección de fotógrafos finlandeses.
Teresa Correa, Al hilo de la memoria
Al hilo de la memoria, la serie fotográfica de Teresa Correa, representa desde mi punto de vista una
epifanía del tiempo. La artista se inspira en el motivo paleontológico para manifestar el transcurso existencial desde una perspectiva de ultratumba; asimismo, a pesar de transmitir una imagen fúnebre y un tanto distante, la esencia de la vida se ve realzada por el contexto
post mortem en el que se inserta.
Por otra parte, encontramos una alianza entre antigüedad y actualidad, dos conceptos que simbolizan fugacidad e imprevisibilidad, respectivamente. Los objetos
inmortalizados por Correa constituyen un puente entre el pasado y el presente, puesto que perpetúan la relación del ser humano con la historia de su especie y de su hábitat a través del conocimiento.
Además, me gustaría comentar algunos aspectos técnicos como puede ser el carácter monocromático de las fotografías, así como el consecuente contraste entre luz y oscuridad que podemos apreciar no solo en las imágenes, sino también en la contraposición de os cuadros sobre la pared negra.
Para finalizar, quisiera aplaudir la delicadeza con la que Correa ha conseguido capturar nuestra herencia antropológica, aún cuando el punto de mira pueda resultar tan tétrico, e incluso macabro me atrevería a decir, especialmente en un primer momento.
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Selección de fotógrafos finlandeses,
Gestos hacia uno mismo
En resumidas cuentas, Gestos hacia uno mismo explora la percepción artística de un conjunto de fotógrafos de origen finlandés con muchas, pero que muchas ganas de provocar. Despertar alguna que otra carcajada que otra carcajada, o empujar a los padres más tradicionales a cubrirles los ojos a sus hijos son solo algunas de las reacciones que esta serie fotográfica, tan poco convencional, logra suscitar entre sus espectadores.
Su carácter grotesco juego un papel protagonista e impulsa ciertos principios de sumisión, decadencia e incluso corrupción, todos ellos asociados a la evolución moral de la raza humana. Los personajes representados posan doblegados ante la mirada del público, enmarcados y encarcelados entre los márgenes de sus respectivas fotografías; algunos de ellos aparentan sentirse humillados o deprimidos, mientras que otros adoptan una postura casi indiferente.
Por otro lado, quisiera resaltar la predominancia de nudes. Estos últimos intentan enseñar al hombre en su estado más vulnerable, enfatizando, por consiguiente, la subyuga a la que se ve sometido. En conclusión, Gestos hacia uno mismo pretende reflejar, desde un ángulo de visión tan agudo como satírico, la erosión ética que derrumba los pilares de la inteligencia emocional de nuestra sociedad.
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Janek Zamoyski, Soltad amarras
Cuando entré en la sala en la que se exponía Soltad Amarras, de Janek Zamoyski, reí haber cruzado un portal mágico. Aún ligeramente impresionada por las primeras imágenes con las que me había topado al adentrarme en la galería - pertenecientes a la sección finlandesa anteriormente mencionada - descubrí una nueva atmósfera, en la que los cuadros suprimían toda connotación burlesca. La temática oceánica protagonizaba la totalidad de la serie, creando un ambiente pacífico, listo para el ojo crítico, mientras que la sencillez y consistencia de sus composiciones, cuyo factor estético se hallaba determinado por la multiplicidad de texturas, establecía un canon de supremacía evidente en todas y cada una de las imágenes exhibidas.
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Vanessa Winship
En mi opinión, las fotografías de Vanessa Winship relataban una travesía espiritual, basada en el reconocimiento de la humanidad y en la presentación y acogida de culturas extranjeras.
Personalmente, admiro con especial interés las imágenes capturadas durante su viaje por los Balcanes y el Cáucaso, ya que me recuerdan a mi propia infancia - puesto que nací y viví en Rumanía hasta la edad de los ocho. las reuniones familiares alrededor de una mesa de comedor diminuta, en la que los adultos se sentaban para conversar, reír y beber así como los trenes y los uniformes escolares que Winship recolecta en sus fotografías, formaron parte de mi niñez. Asimismo, dedico una humilde reverencia a esta artista británica, que ha sabido plasmar, con una sensibilidad extraordinaria, la identidad de una población que en la década de los noventa aún padecía las secuelas del comunismo.
Respecto a las obras de origen canadiense y almeriense: las primeras me inspiran desconfianza y rechazo, irónicamente, por parte del cuadro hacia mí, y las segundas, caracterizadas por paisajes desérticos, me sugieren desamparo y soledad. Por último, me gustaría destacar el hecho de que la serie ofrece únicamente imágenes en blanco y negro, efecto que se da, sospecho, a causa de la época en la que fueron realizadas.
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Sara Yun, Óxido
De la mano de Sara Yun llega Óxido, una crónica visual que describe la situación de los veintiún tripulantes de un petrolero, que ha sido abandonado por su armador. Solamente cuatro de ellos aparecen retratados en las fotografías expuestas, cuyo propósito principal reside en la concienciación social sobre la adversidad que estos hombres atraviesan, al no poseer ni dinero ni documentación para reorganizar sus vidas.
Me asombra la ausencia de victimismo y la tenacidad con la que estos personajes se enfrentan a lo que se ha convertido en una rutina de infortunios. mediante citas que acompañan las imágenes, la artista consigue dialogar con el espectador a un nivel mucho más preciso e intenso. El filtro de viñeta que se les ha aplicado a las fotografías, y que oscurece los bordes de las mismas, aporta profundidad y proporciona un enfoque más dramático, aunque no por ello menos verosímil.
Para terminar, solo me queda señalar la vivacidad de los colores, que desprenden la energía que estos marineros emplean en sobrevivir, sin perder la esperanza de que su dignidad aún no ha perdido el valor que todo ser humano se merece.
Hasta aquí lo que se daba.
Mucha suerte y, ¡hasta la próxima!
Ingy